10.9.12

Ég anda.



Lauren Treece

Treparía hasta lo más alto de la sequoia de mi bosque mental. Sé que desde allí podría hinchar mis pulmones de la pureza a la que aspiro. De la mezcla de brisas [canela miel frambuesa eucalipto] que anhelo. Podría concentrarme en memorizar los pasos que dimos por esos caminos largos y arenosos, las huellas que fuimos dejando en cada roca hasta llegar a la fuente donde no cesaban de brotar nuestros "contigo todo es fácil". Entendería lo que es situarte en el punto concéntrico del tronco que me sostiene. Tronco de ramas finas y caprichosas, con hojas titubeantes, suspicaces, amantes (a escondidas) del otoño y su crujido. Incluso sé que aprendería de la sabia paciencia de las flores hasta despertar, del poco juicio de las nubes atormentadas, de la armonía de la bandada de pájaros que a menudo desfilan frente a mi ventana. Créeme que lo haría. Lo haría si tú no estuvieras ahí, al pie de mi sequoia, aullando la mejor vida que nadie podría ofrecerme. Una vida en el universo que es tu alma. En tu almazul.
Y, como es rutina ya hasta en tus besos, me resulta francamente irresistible.






Nadie nunca, excepto tú.
Tú que me llenas hasta desbordarme en mí misma.
(Por eso las lágrimas).
Y es tan reconfortante, que es inevitable quererte.   
Qué digo. Amarte.