El aura púrpura de la felicidad. Nuestra felicidad.

Por si ya no recuerdas qué es balancearnos en nuestro propio peso. Ese peso que llevas dentro tú, que llevo dentro yo, y que lleva dentro nuestro cuatro-cientos-seis. Ese peso más ligero que tus pestañas pululando sobre las mías, cuál mariposa tímida que se esconde de nuestras sonrisitas lascivas. Ese peso que no pesa, que levita, flota y se camufla con el aura púrpura de la felicidad. Ese que nos hace infinitos, y que tanto me llena.

Por si ya no recuerdas cuál es el sonido de la lluvia colisionando contra nuestros sueños, haciéndolos más intensos y encantadores. El sonido de mi lengua tanteando tu piel de caramelo, de mis labios embotándote poco a poco, a pasitos de pasión y de un meloso olor turquesa.

Por si ya no recuerdas qué es arroparnos en palabras. En hechos. En tormentas de miradas cuando hacemos el amor. Cuando te anclas a mi clavícula, a mis pechos, con esos labios tuyos, los más carnosos y rebosantes de miel que he probado jamás, y que a tanta gloria me saben. Cuando me cuelgo de ti alejándonos del suelo. Cuando nada se oye más que tus besos húmedos sobre mi espalda. Y tus carcajadas convirtiéndolo todo en un penetrante aroma de madera vieja, noches en vela y ropa esparcida por cada rincón.

Por si algún día nada de esto recuerdas, voy a ponerle nombre a cada una de las constelaciones que forman tus lunares. Voy a encontrar todos los mejores, secretos e íntimos lugares que tenemos y que aún no conocemos. Voy a susurrarte cada ósculo que vaya a darte. A comerte todos los días en la ducha, y a recordarte cada noche los remolinos de felicidad que siempre me haces sentir. Palabra de tu supernova estratosférica.